¿Qué somos? Hay muchas respuestas para responderla, tanto a nivel colectivo como individual. Pero yo me pregunto qué somos antes de ser eso que somos en sociedad, cuando estamos en contacto con otros. Y la respuesta que se me viene a la cabeza es tabula rasa: una pizarra en blanco sobre la que se pueden realizar diferentes trazas.
Una pequeña digresión antes de volver a la pizarra en blanco. Me gusta la distinción que hace Echeverría en Ontología del Lenguaje, cuando diferencia el ser ser humano del ser persona. Lo que dice, a modo parafraseado y a lo que adhiero humildemente, es que ser humano es pensarnos desde lo biológico, nuestros componentes e interacciones. Mientras que ser persona tiene que ver con nuestra identidad individual, que se genera a través del lenguaje y de nuestras acciones.
Lo que tenemos en común entre todos es que somos seres humanos con funcionamientos más o menos similares, mientras que como personas las diferencias pueden ser abismales. En los comienzos de nuestra vida e incluso desde los albores de nuestras comunidades, hubo alguna especie de tabula rasa que fue construyéndose en lo que hoy somos: las diferentes personas y las diferentes culturas que habitan este mundo.
Creo que a veces nos olvidamos de que compartimos con todas las demás personas nuestra humanidad: el ser humano. Por pensar distinto nos colocamos en un lugar de superioridad moral, con plenos derechos para invalidar al otro, para negarle el derecho a opinar, e incluso a veces también a existir. Hacer eso en el fondo es deshumanizarnos los unos a los otros. Hacer eso es no haber comprendido que en el fondo -y muy en la superficie- todos somos humanos.
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